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22 de diciembre de 2013

RUSIA Y UCRANIA, AMORES Y ODIOS AL CONSTRUIR UN IMPERIO


En el post anterior señalábamos que despedíamos en Mandela a uno de los últimos grandes caudillos del siglo XX, pues bien, en estos mismos días estamos viendo en acción al primer gran líder del siglo XXI que es nuestro ya viejo conocido Vladimir Vladimirovich Putin. ¿Qué es lo que lo diferencia de los otros dirigentes que ostentan actualmente el poder? Es algo que va más allá de la construcción  mercadológica y propagandista que está detrás de Francisco I o de Obama y que encubre la realidad de liderazgos huecos, cuando no nocivos, o de personalidades débiles a quienes las circunstancias han hecho parecer relevantes como es el caso de Angela Merkel, ni siquiera es que Putin muestre una fina educación y un gran respeto por los protocolos y las formas, ni su personalidad "jamesbondesca", no, no es solo eso. 

La clave del liderazgo de Putin radica en su capacidad para contemplar el panorama político actual y obrar en consecuencia, en saber identificar y aprovechar las debilidades de sus adversarios y ocultar las propias, y sobre todo, en que tiene una pasmosa claridad de objetivos y una conciencia de su responsabilidad histórica para el desarrollo subsecuente de Rusia, para una reconstrucción de ese gigantesco imperio euroasiático que en sus dos anteriores encarnaciones: la Rusia Imperial del siglo XVIII a 1917 y la Unión Soviética de 1917 a 1992, hacía temblar al mundo por su gran riqueza en recursos naturales y humanos, así como su ingente capacidad militar.

A diferencia de Clausewitz, que nos dice que la Guerra es "la continuación de la política por otros medios", Putin parece estar librando una guerra con medios políticos y económicos, y en esto está siendo claramente superior a sus rivales del Mundo Occidental: EUA y Europa, además de que parece haber tomado en sus manos el liderazgo del bloque de potencias emergentes, el BRICS (Brasil, Rusia, India, Sudáfrica) y su cada vez mayor cauda de aliados entre aquellos países que cada vez tienen un mayor peso económico, pero también político y militar: Irán, Turquía, Indonesia, Malasia, el "Eje Bolivariano" en América del Sur, y que ven en las potencias occidentales el obstáculo a vencer para obtener posiciones de poder en el futuro. Rusia claramente busca ser una de las potencias rectoras del nuevo orden que surja tras la cada vez más previsible caída de Estados Unidos y Occidente entero. 

Pero mucho de este objetivo pasa por recuperar el control completo de Eurasia: tras la independencia de las Repúblicas Soviéticas, Rusia quedó reducida a las fronteras que más o menos poseía al reinar Pedro el Grande a inicios del siglo XVIII, esto significó un retroceso de 300 años y una gran pérdida de recursos demográficos y naturales y de capacidad para incidir tanto sobre Europa como en Asia. Lo que es más, Rusia se vio alejada de su corazón o zona donde comenzó su Historia, que no es otra que Ucrania...

El origen de Rusia se encuentra en Kiev, la capital de la actual Ucrania. Cuando Riurik, un jefe vikingo sueco o varego remontó el Volga, fue convocado por los eslavos para que reinara sobre ellos; sin embargo, ante el igualitarismo y comunitarismo eslavo, Riurik no osó en tomar la corona real, sino se limitó a tomar el título de Veliki Kniaz "Gran Duque" o "Gran Príncipe" sólo para refrendar su carácter de primus inter pares con los nobles locales o boyardi con los que debía formar consejo. Riurik, asentado en Novgorod, ciudad que fundó, extendió su autoridad por toda la cuenca del Volga y otros ríos hasta llegar al Mar Negro, y sobre la pequeña ciudad eslava de Kiev, a la que su hijo Oleg, trasladó su gobierno, utilizando como emblema, para recordar su origen de una familia de marinos, la estilizada figura de un tridente, quizá adoptado del Poseidón de los Griegos que habían habitado la península de Crimea, en la época provincia del Imperio Romano Oriental con el nombre de Quersoneso Táurico.

Debido a la práctica escandinava de repartir las herencias entre los hijos, la Rus de Kiev se fragmentó en múltiples estados, pronto Novgorod tomó la hegemonía sobre ese conglomerado de principados gobernados todos por miembros de la familia Riurikovich y todos con una conciencia nacional definida por el eslavismo y la religión cristiana ortodoxa que les definía como "Rusos", y después sería Moscú quien tomaría la supremacía y buscaría la unificación de todos los pequeños ducados en un Estado centralizado y poderoso, retomando la herencia de Roma, surgiría el Zarismo. Por avatares de la Historia, la región donde se encontraba Kiev se convirtió posteriormente en una zona limítrofe entre la Europa Occidental, Católica, y el poderoso Imperio Mongol al Oriente y en Crimea, de ahí que, en ruso, se le empezara a llamar a la región Ukraíyna, que quiere decir en ruso: "la frontera", para el siglo XVI, las llanuras ucranianas eran una zona de conflicto y de encuentro como el Oeste Norteamericano del siglo XIX: los eslavos habían adoptado una vida seminómada y constituido una sociedad guerrera y tribal: los Cosacos, que defendían la frontera sur del naciente Imperio Ruso, al este, el todavía poderoso peligro mongol de la Horda de Oro y los tártaros de Crimea, y al sur, la presencia de dos grandes imperios islámicos: los Otomanos y la Persia de los Safávidas, al oeste, Polonia y Lituania habían extendido su dominio y habían logrado la conversión al catolicismo de una gran parte de la población eslava, a estos rusos católicos se les conocía, por una latinización del gentilicio "ruso" en lenguas escandinavas: ruotsi, como Rutenos. Así, todo lo que ahora es Ucrania, era una especie de "Tierra de nadie" donde la naciente potencia rusa, liderada por los zares Iván III, Basilio II e Iván IV "el Terrible", iniciaron la expansión de su Imperio.

El idioma ucraniano, en realidad, no existe, es la misma lengua rusa con diferencias dialectales; el "ucraniano" que se habla en Kiev es tan diferente del ruso moscovita como el español que se habla en Madrid al que se habla en la Ciudad de México, a pesar de las diferencias de expresiones regionales, modismos, pronunciaciones y demás, no son lenguas distintas, sino variantes de la misma y los hablantes de una y otra pueden entenderse entre sí, sin embargo, la propaganda nacionalista e internacional difunde que son dos lenguas eslavas diferentes, pero pasa como con el Serbo-Croata en Yugoslavia: Serbios y Croatas hablan la misma lengua, pero se distinguen en que los primeros lo escriben en alfabeto cirílico, recordatorio de su evangelización por la Iglesia Bizantina, y los segundos, en alfabeto latino tras haber sido evangelizados por clérigos germánicos de formación romana.

Ucrania, después de las conquistas del violento y genocida Iván IV se volvió parte íntegra de Rusia sin que hubiera un sentimiento de separatismo o de identidad propia diferente a la de los Moscovitas: Ucrania era el origen de Rusia, no era una nación diferente, era la raíz de la nación, y muchos ucranianos llegaron a altos puestos de la Iglesia, el ejército y el Estado bajo los últimos Riurikovich y después en el Imperio de los Romanov, aunque se recuerda la actuación del Hetman cosaco Mazeppa a favor del sueco Carlos XII en contra del autoritarismo de Pedro el Grande, y cuyas gestas fueron cantadas por Lord Byron.

Pero ¿de dónde surge el nacionalismo Ucraniano? ¿Porqué en las semanas pasadas pudimos ver en las calles de Kiev manifestaciones de la gente en contra de Moscú y a favor de unirse a la alicaída Unión Europea? El origen estuvo en la política de otro genocida: Iosif Vissarionovich Dugazhivilli Stalin.

Ucrania fue uno de los principales focos opositores a la Revolución Comunista de 1917, aunque varios de los dirigentes Bolcheviques provenían de ahí, como Nikita Kruschev, por ejemplo; sin embargo, las tribus cosacas ucranianas fueron defensoras de la corona de Nicolás II, y además, Ucrania era la zona agrícola más rica de todo el Imperio Ruso. Stalin, entre tanto, durante los años 30, necesitaba en sus planes de modernización de Rusia, de grandes recursos para pagar los créditos que potencias occidentales le otorgaban, como EUA, para la industrialización del país, al cual el dictador de origen Georgiano buscó y logró, sacar de la Edad Media y meter en la era atómica... Stalin, temeroso por un lado de que surgiera en Ucrania algún levantamiento en contra del Gobierno Soviético, y su posible alianza con alguna potencia rival, como la Alemania Nazi, y necesitado de recursos que vender al extranjero para pagar los enormes proyectos de infraestructura que realizaba, decidió matar dos pájaros de un tiro sin importar el costo humano: decidió incautar la mayor parte de la producción de cereales ucraniana y darla a los inversionistas extranjeros como pago por sus construcciones y proyectos que realizaban.


Lo que se produjo fue la llamada holodomor o "matar por hambre" en ruso-ucraniano, que llevó la vida de un millón  a siete millones de personas. (La incertidumbre del dato es parte de la cortina de mentiras del régimen comunista) De esta forma, el sanguinario dictador cegó toda posible rebelión en la región en su contra y vendió los cereales para obtener el dinero para pagar la instalación de fabricas y la construcción de presas y ferrocarriles en el Imperio. Sin embargo, esto terminó por romper el sentimiento de hermandad e identidad entre moscovitas y kievanos, y estos últimos empezaron a plantearse el separarse de Rusia para obtener libertad que la veían cumplirse en Europa Occidental; no en balde, y a pesar de la resistencia que las tropas de Hitler encontraron en Kiev de parte del ejército soviético, en Ucrania encontraron también muchos apoyos al considerarlos como libertadores, que se saldaron después con terribles dosis de la represión estalinista en los años de posguerra. Aun así, el régimen soviético llegó a favorecer a Ucrania, como hizo Nikita Kruschev al asumir la presidencia de la Rusia comunista, le entregó a su terruño local la península de Crimea, que desde Iván IV había sido parte de la Rusia propiamente dicha.

Así, para 1991 y tras el desastre que representaron las reformas de Gorbachov que desembocaron en el intento de golpe de estado de agosto de ese año y la disolución final del Gobierno federal Soviético en Diciembre, Ucrania fue de las primeras repúblicas en declarar su independencia. Sin embargo, en un principio la élite comunista, fiel a Moscú, liderada por Leonid Kuchma, se mantuvo en el poder y tuvo el gesto de enviar a Rusia todo el arsenal nuclear que se encontraba en su territorio y permitió que la Flota del Mar Negro Soviética se convirtiese en propia de la Federación Rusa, manteniendo las tareas de defensa a cargo del "Ejército Rojo" moscovita, entre tanto, mientras ejercía un poder dictatorial y abría la economía, donde campeaba la corrupción, preparaba a su delfín: Víctor Yankunovich para sucederle en la Presidencia del país.

Pero a la vez, había intereses en contra de una relación cordial entre Rusia y Ucrania en el seno de la "Comunidad de Estados Independientes", misma que terminó por ser un membrete y no una vía de integración entre Rusia y sus ex provincias: Alemania abogó durante los 90 por la expansión de la Unión Europea hacia el este, siendo esto uno de los factores que provocó el sangriento conflicto de Yugoslavia, y es que buscaba la obtención de mercados cautivos, pero por otro lado, EUA, aprovechando la debilidad del Gobierno de Yeltsin en Rusia, buscó expandir la OTAN también hacia el este, para cercar al gigante eslavo y evitar su resurgimiento: Ucrania se convirtió por tanto, en un plato apetecible tanto para germanos como para norteamericanos, así, en 2004, y ante las cuestionables elecciones presidenciales que favorecían a Yankunóvich, la oposición ucraniana, encabezada por dos figuras que se habían convertido en la cara de la
oposición a los intereses de la renaciente Rusia de Putin: Víctor Yuschenko y Julia Timoshenko. El primero sobrevivió a un intento de asesinato al parecer por órdenes del Kremlin que le dejó deformado por efectos del veneno, y la segunda, una rica y bella oligarca, hija de funcionarios de la Nomenklatura soviética y monopolista del gas natural en el país.

Ambos, en realidad, eran proclives a los intereses occidentales, y fueron los líderes de la llamada "Revolución Naranja" que contó con un gran apoyo popular, postulando una Ucrania occidentalizada y parte de la Unión Europea.

Lo que siguió ya lo sabemos: Yuschenko resultó ser un tipo sin ideas, y se le veían los hilos que salían de sus brazos y llegaban hasta Washington y Berlín, por un lado, parecía dar la apertura para el establecimiento del Escudo Antimisiles en contra supuestamente de Irán, pero en realidad en contra de Rusia, entre tanto, Timoschenko continuó usando su cargo público como Primera Ministra para enriquecerse mediante el control de los gasoductos venidos de Rusia hacia Europa Occidental.

Al final la "Revolución Naranja" fracasó con la división y el enfrentamiento entre la rubia y el desfigurado, que se reclamaban mutuamente sus negocios sucios, a veces celebrados con su mismísimo enemigo: el Gobierno Ruso y su incapacidad de actuar verdaderamente como líderes políticos y no como agitadores y negociantes, el desplome económico, las promesas europeístas nunca concretadas y la decepción de los electores que habían apoyado el movimiento que había sacado a los otrora miembros de la Nomenklatura del Partido Comunista Soviético del poder; además, empezó a darse una patente división entre los Ucranianos del este, más identificados con la cultura rusa y de Religión Ortodoxa, dependientes del Patriarcado de Moscú, y los del oeste, los antiguos Rutenos, que escriben con alfabeto latino y no cirílico y son Católicos Romanos. Los primeros voltearon a Rusia y comprobaron el resurgimiento del coloso hecho por Putin, y empezaron a apoyar a aquellos que impulsaban el lograr una colaboración con Moscú para subirse a ese carro ganador, mientras se señalaba la crisis del Euro para mostrar los inconvenientes de unirse al Bloque Europeo, y así, apoyaron sin chistar ni más ni menos que a Víctor Yankunovich, el aspirante a la Presidencia derrocado por la "Revolución Naranja", entre tanto, los Rutenos, los que más fueron golpeados por el Holodomor en 1932-33 y los más occidentalizados, apoyaron a la Timoshenko, que perdió las elecciones.

Lo que siguió después fue un descabezamiento de la oposición, Yuschenko salió por la puerta de atrás hacia la oscuridad tras su menos que mediocre desempeño al frente de la República, y Yulia Timoshenko fue encarcelada por el nuevo gobierno con acusaciones bastante fundadas sobre su corrupción, y vino nuevamente el debate en torno a las alianzas de Ucrania con Europa o con Rusia; era clara la tendencia favorable a Moscú de Yankunovich, pero era también clara la tendencia de gran parte de la población a favor de Europa que se manifestó en consecuencia, muy probablemente apoyada por capitales y agitadores occidentales; sin embargo, con la bella líder en prisión y las organizaciones opositoras destrozadas, la oposición quedó desordenada y sin objetivos, y esto permitió a Putin mover sus cartas con Yankunovich. Occidente, entre tanto, muy probablemente quiso arrebatarle al Kremlin Ucrania para tener la revancha por Siria; sin embargo, los servicios de inteligencia de EUA, que en los años 70 pusieron toda la logística para que el General Pinochet pudiese dar el golpe contra el demencial gobierno izquierdista de Allende en Chile, hoy no son capaces de organizar un cambio de régimen que no degenere en caos, y que resulte exitoso, como pudo verse en las Primaveras Arabes, ni fueron capaces en 2004 de elegir otros líderes que no fuesen los ineptos y corruptos Yuschenko y Timoshenko; hoy, salieron masas a las calles y protestaron contra los coqueteos del Gobierno hacia Rusia, como hacer obligatoria la enseñanza del Ruso Moscovita en las escuelas a la par del Ucraniano, el mantenimiento de la base naval y puerto de Sebastopol en manos de la Flota del Mar Negro de la Armada Rusa y la virtual autonomía de Crimea, prácticamente controlada por Moscú, pero ahí quedó todo, por más que se unieran 200,000 personas en las calles de Kiev pidiendo a gritos ser parte del Oeste y de la Unión Europea y derribando una vieja estatua de Lenin que increíblemente seguía en pie después de veinte años de derrocado el Comunismo, sin estrategia, objetivos claros y liderazgos, ejercieron menos influencia en el ánimo de Yankunovich y su administración que una parvada de gansos graznando.

Europa, presionada por Estados Unidos hablaba del ingreso de Ucrania a la Unión, mas era con desgano: la virtual quiebra del Euro que sigue sin reponerse y los problemas económicos del bloque, con las crecientes tensiones internas, como aquella entre España e Inglaterra por el ya casi tricentenario problema de Gibraltar, y las cada vez más abiertas declaraciones de Londres que hablan de abandonar la Unión continental, llevarían a que la inclusión de un nuevo país con economía subdesarrollada en la misma sería otro lastre más que impediría la recuperación, y todo sería para beneficiar a EUA y la instalación de su escudo antimisiles para cercar al gigante eslavo.

Ante todo esto, parece que ahora, Putin ha ganado pues supo leer perfectamente los acontecimientos y las circunstancias, y el Gobierno Ucraniano signó con el Kremlin un acuerdo para formar parte de una Unión Aduanera y una zona de libre comercio, en la que Putin ya ha incluido a otras porciones del imperio perdido de vital importancia: Kazakhastán y Bielorrusia, ambas gobernadas por vetustos dictadores que ya detentaban el poder como gobernadores locales en los últimos años del sistema soviético, y que ahora continúan ejerciendo un poder omnímodo sobre sus gobernados, casi como Mitrídates del Ponto, estos dictadores: Nursultán Nazarbáyev y Alexander Lukashenko, ambos pertenecientes a las élites puramente rusas o rusificadas de ambos países, que legó en su testamento sus dominios a Roma, han hecho lo mismo con sus firmas legando a Rusia de nueva cuenta el futuro de sus pueblos. Ahora le ha tocado el turno a Yankunóvich, en el Cáucaso, Ossetia del Sur y Abkhasia práctimanente se han independizado de la cada vez más debilitada Georgia y virtualmente se han reintegrado a la Santa Madre Rusia, y por como va la situación en Tiblisi, la patria chica de Stalin hará lo propio en poco tiempo, mientras Armenia, enclave Cristiano rodeada por enemigos islámicos, ha vuelto a pedir la protección moscovita del Ejército Rojo.

No cabe duda, este 2013 ha sido enormemente exitoso para Putin que ha sabido aprovechar las enormes debilidades de Occidente: las mentiras de Obama y el deterioro de la economía estadounidense, el estancamiento de Europa y las grietas que comienzan a abrirse en el bloque continental, la decadencia moral de las sociedades occidentales preocupadas por frivolidades sexuales y exageraciones ecológicas, la debilidad de una Iglesia Católica encabezada ahora por un locuaz pero hueco demagogo sudamericano muy distinto a aquel coloso polaco de derrumbó los sueños imperiales de Zares y Bolcheviques, todo ello le llevó a hace unos pocos días, pronunciar un triunfal y a mi parecer, histórico discurso en el que afirmó, por un lado, que Rusia se ha convertido en la "reserva moral del Mundo", y en el que, pese a asegurar que no es intención de Rusia ser súperpotencia o ser "policía del mundo" pero sí afirmó que el papel de su país será el de garante del orden y el Derecho Internacional, señaló como se evitó la intervención militar en Siria (lo que asegura la victoria, tarde que temprano, de Assad) y cómo Rusia se aleja del camino de decadencia de las potencias del Latintzvo, y consigue la simpatía de cada vez más gente en otros lados por ello (los conservadores) pero además, señaló claras sus intenciones del rearme ruso: un mayor presupuesto para lograr que Rusia sea la mayor potencia militar del orbe:



Ante un liderazgo así, que sabe lo que quiere, sabe cómo conseguirlo y sabe las debilidades de los otros y cómo aprovecharlas, no tendremos oportunidad alguna en Occidente.

Tras un año de victorias, Putin ha indultado a sus más famosos opositores en Occidente, el otrora monopolista del petróleo Mikhail Khodorkovski y las Pussy Riot, así como los drogadictos, espías y traficantes de enervantes argentinos de Greenpeace, o más bien, lo que queda de ellos tras su reeducación en el GULAG, y sabiendo bien que ya resultan inofensivos, pues sus patronos en Washington, Berlín o Bruselas lo son. Bien puede permitirse el lujo.

Rusia ha vuelto, que el mundo tiemble.

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