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3 de marzo de 2009

DIOCLECIANISMO

Si seguimos con la idea de los paralelismos históricos y nos encontramos en una etapa similar de la Sociedad Occidental con respecto a la Civilización Grecorromana, la cual fue en mucho su antecedente y predecesora en Europa, en cuanto a la decadencia, nos encontraremos que, estamos en una etapa quizá muy similar a la vivida por el mundo mediterráneo bajo el reinado del personaje que vemos en la foto: Cayo César Aurelio Valerio Diocleciano Joviano Augusto, emperador de Roma.


De hecho hace poco adquirí un libro bastante interesante acerca de la actual decadencia occidental: "La Tiranía de la Estupidez" de José Luis Trueba Lara, publicado por Editorial Taurus, en el que se menciona que ante una etapa de incertidumbre, desórden prolongado y conflictos, se buscará por parte de la gente a un demagogo que estabilice las cosas y que brinde algo de orden a un sistema que amenaza con desmoronarse... hasta aquí algo similar a lo que ya hemos hablado en otros posts acerca del fenómeno chavista en Venezuela y el caldo de cultivo para el regreso de los totalitarismos, pero Trueba Lara va más allá y nos habla de que seguramente, muchos de estos liderazgos autoritarios y populistas se parecerán al de Diocleciano en el mundo romano, a fines del siglo III e inicios del IV d.C.


Las comparaciones llegan a ser muy similares en el terreno económico y geopolítico: al momento del ascenso de Diocleciano, guerrero veterano, hijo de una esclava liberada de origen Ilirio y que había ascendido a general de las armas imperiales, Roma se hallaba agotada tras los 50 años de la etapa de los "emperadores-soldado" o también conocida como de "la anarquía militar" que comenzó con el asesinato de Severo Alejandro I, excelente emperador en cuanto a la paz, pero que resultó incompetente para hacer frente a los nuevos desafíos que planteaba la creciente presión germánica contra las fronteras del Imperio.


El origen de esta grave crisis que sin duda fue la herida de muerte que debilitó a la civilización antigua más grandiosa de todas se encuentra en la Economía y en sus limitantes: se trataba de un pueblo con una Economía exclusivamente agrícola, que jamás llegó a evolucionar hacia una revolución industrial por sus limitaciones científicas, ideológicas y relativo aislamiento respecto de los pueblos orientales de quienes quizá hubiera podido tomar ideas. Era un sistema que había llegado a sus límites y al haber crecido excesivamente solo le quedó desplomarse sobre su propio peso.


Para empezar, se trataba de una sociedad semicerrada, con escasa movilidad social y muy pocas posibilidades de ascender que no fuera a través de la violencia: los emperadores guerreros del siglo III llegaron a tan alta dignidad muchas veces a través del asesinato de los rivales y del favor del ejército o del senado, no por una meritocracia que asegurara la llegada al trono del hombre más digno, aunque hubo grandes combatientes y hábiles gobernantes como Valeriano, Aureliano o Claudio II, hubo otros que no fueron más que ineptos títeres de elites corruptas como Filipo el Arabe o Gordiano III y brutos sin proyecto como Maximino Thrax. Pero principalmente, su anclaje en la agricultura y la necesidad de esclavos para explotar la tierra que habían sido los principales motores de la expansión romana, llegaron a un límite tras las últimas conquistas de Trajano en el siglo I después de Cristo.


El cúlmen del Imperio Romano, bajo la Dinastía de los Antoninos se puede calificar como una etapa de "Estado de Bienestar" en la que hubo una gran prosperidad, mas esta burbuja comenzó a desinflarse cuando el sistema llegó a sus límites: los Romanos consiguieron apoderarse de todas las tierras más fértiles de alrededores del Mediterráneo y que, en aquella época, coincidía, por obvias razones de tratarse de una civilización agrícola, con ser las zonas más pobladas; cuando con Adriano y Antonino Pío el Imperio dejó de expandirse, e incluso cedió las conquistas en Mesopotamia, cesó la entrada de los dos factores de producción más esenciales: tierras y mano de obra, aparte, el Cristianismo se convirtió en una seria modificación ideológica al mantenimiento de la figura de la esclavitud, basta observar la Carta de San Pablo a Timoteo, donde se establece la dignidad del esclavo como ser humano y su estado de igualdad con respecto a su patrón, incluso, hablando de que su trabajo debe ser remunerado.

Ante la expansión de la nueva doctrina, el esclavismo fue perdiendo su apoyo en la conciencia de las personas, y las manumisiones masivas se hicieron frecuentes, por ello, el sistema económico se tambaleó.

Diocleciano intentó diversas medidas, y todas ellas, aunque brindaron un breve periodo de recuperación y cierta estabilidad, desembocaron en una situación más grave aún y quizá contribuyeron mas al derrumbe del imperio que a su salvación.

Así, dictó medidas como el control de precios ante la creciente escacés, lo cual si bien se buscó para proteger a los consumidores y que todo mundo tuviera acceso a los productos básicos, terminó por dañar a la producción, al quitarle la posibilidad del incentivo de la ganancia, por lo que, a la larga los productos se hicieron todavía más escasos pese a las draconianas medidas empleadas para asegurar el abasto. De igual manera, y a fin de enfrentar a los cada vez más pesados gastos militares, elevó los impuestos y decretó que los funcionarios municipales: ediles y decuriones, serían obligados solidarios en caso de que no se lograse la completa recaudación en las ciudades; para asegurar el pago, además, hizo hereditarios esos cargos: esto, contribuyó a que solo los más ricos pudiesen acceder a los puestos de gobierno local y por otro, sentó un precedente para la instauración del feudalismo y la nobleza hereditaria europea. Contribuyendo también a esto, cedió tierras a los jefes militares y les señaló funciones especiales: creó los comes, los duces y los marquises, todos ellos pagados con la cesión de ciertas tierras y sus productos, a fin de no tener que pagarles en metálico y economizar.

Por último, intentando descentralizar la administración del Imperio, y sobre todo, el defender mejor al mismo, estableció la Tetrarquía: dos Augustos, uno en Oriente, con sede en Nicomedia que sería el mismo, otro en Roma, donde colocó a su viejo amigo Maximiano, y bajo ellos dos Césares o vice emperadores destinados a sucederles y vigilando las fronteras: Constancio Cloro en Treveris en las fronteras germánicas y Galerio en Iliria (hoy Croacia), cerca del Danubio.

Sin embargo, esto únicamente elevó los costos de manutención de cuatro cortes que gobernaban sobre una misma burocracia gigantesca que terminó por anular a las magistraturas republicanas que subsistían. Para colmo, al vencer el término de 20 años de ejercicio en el trono de los dos Augustos, Diocleciano y Maximiano se retiraron, y a la muerte prematura de Constancio Cloro se desataron las luchas por el poder que tanto se habían querido evitar.

Para colmo, decidió acabar con el Cristianismo, al que vió como una amenaza ideológica para el sistema y desató la más terrible persecución de todas de la que la nueva religión únicamente salió fortalecida; en definitiva, todo le salió al revés a Diocleciano, quien pudo tomar conciencia de ello desde su retiro en su gigantesco palacio, hoy la ciudad de Split, en Croacia.

Hoy en día, y quizá es donde Trueba realiza su profecía sobre el Diocleciano del siglo XXI, respecto al líder que parece ser en quien radican las esperanzas de salvación sería el caso de Obama, y su plan anticrisis que parece, por las críticas recibidas, un plan similar al descrito en las postrimerías del Imperio Romano. Esperemos nos equivoquemos, y surja sensatez y cordura para evitar un colapso total como el ocurrido en 476 d.C.